Reencarne en alas de sangre

En mi mundo, Alas de Sangre era solo eso: una historia.

Un libro de fantasía lleno de acción, traición, dragones, tensión sexual que cortaba el aire... y un hombre de ojos oscuros y tatuajes como cicatrices de guerra que me robaba el aliento con solo una palabra. Xaden Riorson. El personaje que jamás debía enamorarme porque era ficción. Porque no existía.

Hasta que lo hizo.

Hasta que desperté en un cuerpo que no era el mío, en una realidad que no debería existir.

Y me llamaban Seryna Valenforth.

No supe si estaba muerta, soñando o maldita. Solo sabía que ya no estaba en mi cama, en mi habitación del mundo real, sino en un castillo y una lista de futuros cadáveres desfilando por mi memoria.

Ya conocía sus nombres: Jack Barlowe, Amber Mavis, Dain Aetos, incluso Violet Sorrengail... todos piezas de un tablero que estaba por romperse.

Y yo estaba dentro.

Una parte de mí se rehusaba a creerlo, pero la otra... la otra estaba lista. Había leído Alas de Sangre tantas veces que podía recitar líneas enteras. Sabía quién vivía. Quién moría. Cuándo. Cómo. Por qué.

Y lo más importante: sabía a quién quería salvar.

Liam. Mi soldado leal y dulce, cuya muerte aún me dolía aunque solo fuera papel y tinta. Sloane. Una niña con demasiada oscuridad y demasiada historia detrás de esos ojos. Andarna, mi dragona favorita. Y sí... también él.

Xaden Riorson.

Lo quería todo. Su mirada. Su respeto. Su deseo. Incluso sus advertencias envueltas en amenazas veladas.

No pensaba ceder ese lugar.

Esta vez, yo sería la que lo enfrentaría en la colchoneta de combate. Yo sería la que lo haría dudar. La que se convertiría en la debilidad que jamás vio venir.

Y, tal vez, también en su fuerza.

Cambiar la historia.

Aunque me costara la vida.

Porque esto ya no era un libro.
Y yo ya no era una lectora.
Era una jugadora.

Y esta vez... el Imperio no tenía idea de con quién estaba jugando.