Adeline era una presencia que no necesitaba anunciarse para llenar un espacio. Tenía esa elegancia silenciosa que no se aprende, que simplemente nace con algunas personas destinadas a ser observadas. Creció rodeada de mármol italiano, perfumes caros y fiestas donde la risa siempre sonaba demasiado ensayada. Desde pequeña entendió que para los demás era más un símbolo que una niña: la heredera Rossi, la hija perfecta, la promesa de una familia que se movía entre hoteles de lujo, inversiones y fotografías en revistas sociales.
A los diecisiete años, cuando su rostro comenzó a aparecer en campañas de moda, dejó de ser "la hija menor" para convertirse en "la modelo del momento". Su vida se volvió una sucesión de aeropuertos, camerinos, focos blancos y vestidos que costaban más de lo que ella entendía. Aun así, nunca se quejó.
Pero detrás del brillo, Adeline era una mujer hecha de contradicciones.
Reservada, pero intensamente sensible.
Serena, pero hambrienta de libertad.
Acostumbrada a la atención, pero temerosa del cariño sincero.
Había aprendido a amar con discreción, a desear sin decirlo, a llorar sin hacer ruido. A veces, cuando nadie la veía, se preguntaba en qué momento dejó de ser una persona para convertirse en un retrato.
Le gustaba la fotografía análoga porque capturaba lo imperfecto. Le gustaban las calles solitarias de madrugada porque nadie la reconocía. Le gustaba viajar porque en los aviones podía ser cualquiera. Y le gustaba la idea de escaparse, aunque casi nunca se atreviera a hacerlo.
𝐅𝐞𝐦𝐎𝐜 𝐱 𝐋𝐚𝐬 𝐀𝐥𝐮𝐜𝐢𝐧𝐞𝐬
Lando pensaba que su sueño era ganar su cuarto título mundial. Hasta que conoció a Alice, alguien que le cambió la forma de ver la vida por completo, pero su ego no le permite estar junto a ella de manera estable.
¿Podrá conocer la verdadera felicidad? ¿Qué pasará con ellos en el resto de su historia?