
La noche en que ejecutamos a su madre... nevaba. No era invierno. Pero nevaba. Quizá el mundo sabía lo que venía. Quizá lo intentó detener con un poco de frío. A la mujer la colgamos al amanecer. Al niño... creímos haberlo quemado vivo en una hogera, tal como manda la antigua ley. Pero los sirvientes... Ellos decidieron otra cosa. Años más tarde, supe lo que hicieron. Lo intercambiaron. Lo envolvieron en lino. Lo dejaron en un molino abandonado. Y yo... Yo no lo busqué. Ya era tarde. Y aún nevaba. Pensé que la vida misma se encargaría de él. Pensé que un niño sin nombre, sin madre, sin futuro, se perdería en el polvo. Me equivoqué. Él regresó. Sin memoria. Sin culpa. Sin recordar lo que había hecho. Pero el pueblo no olvida. Y ahora lo llaman héroe. Qué curioso. ¿A cuántos monstruos les hemos dicho "héroe" solo porque olvidaron cómo rugir? Que tome el trono. Que vista el oro. Que se crea redimido. Yo estaré aquí. Observando. Esperando. Porque tarde o temprano, la nieve cae sobre todos. - La Emperatriz de BlancoAll Rights Reserved
1 parte