"Hasta que la muerte nos separe, no aplica en México.
Eso es lo obvio. Y me lo demostraron muchas veces.
Nunca pensé que algo así pudiera darse.
Mucho menos, que se podía intensificar después de fallecidos. Supongo que siempre confíe en él.
En vida, no podíamos hablarnos mucho. Y después de vivos, esa barrera que, por obligación se creó, se quebró con tanta facilidad, que fue un cambio notorio.
Si estando viva hubiera podido abrazarlo sin que la familia se enterara, lo habría hecho. Es tan diferente abrazar a alguien vivo, porque sientes el calor. Fallecido, ya no."
Ésta es una historia con Chimo Ahuactzin. No forma parte de las otras historias que tengo. Va separada de ellas.
Historia 100% mía.