Dos razones para amarte

Mónaco brillaba como una joya tallada con esmero en la costa azul del Mediterráneo. En sus calles lujosas, donde el rugido lejano de los yates competía con el susurro de conversaciones en terrazas elegantes, la vida parecía transcurrir entre la belleza y el privilegio. Pero incluso en un mundo donde todo parecía al alcance de la mano, el amor y la estabilidad seguían siendo tesoros más difíciles de encontrar.

Max Verstappen lo sabía bien.

A sus veinticuatro años, era considerado uno de los empresarios más exitosos del Principado. Dirigía con precisión quirúrgica una de las agencias de publicidad más influyentes de Europa, un proyecto que había fundado junto a su mejor amigo, Charles Leclerc, cuando ambos aún no sabían lo que significaba realmente ser adultos. Desde entonces, la empresa había crecido, conquistando mercados y recibiendo premios, pero a pesar del éxito y la fama, la vida personal de Max se había quebrado en silencio.

Cinco años atrás, en una de las épocas más dulces y vulnerables de su vida, Max se convirtió en padre. Los mellizos, Patricio y Charlotte -a quienes llamaba cariñosamente Pato y Cha- llegaron como una promesa y una revolución. No fue fácil. No lo era nunca, aunque en aquel mundo alternativo donde los hombres podían llevar vida en su vientre, la ciencia había avanzado lo suficiente como para hacerlo realidad. Pero el amor... el amor no siempre evolucionaba con la tecnología.

El segundo padre de sus hijos -alguien que Max pensó que estaría para siempre- los dejó. No de forma escandalosa ni violenta. Fue un abandono lento, disfrazado de distancia emocional y promesas rotas. Una mañana, simplemente no volvió. Y Max se quedó solo. Solo con sus hijos. Solo con las madrugadas interrumpidas por pesadillas infantiles. Solo con los pañales, las fiebres, los primeros pasos, las primeras palabras. Solo con el miedo constante de no ser suficiente.

Y aun así, se mantuvo de pie.

Quédate a averiguar qué tra