Una historia donde el amor desafía la muerte, el pasado vuelve disfrazado de misterio y los secretos pesan más que el tiempo.
Han pasado cuatro años desde que Lyra murió, dejando tras de sí una promesa sellada con su alma: si uno caía, el otro debía sentirlo. Aiden, su alma gemela, sobrevivió... pero jamás volvió a ser el mismo. Cada año, en silencio, conmemora el día en que la perdió, acompañado solo por quienes más lo entienden: su hermana Ayleen, quien ha sido su sostén silencioso desde entonces, y Lynette, la hermana menor de Lyra, marcada también por la culpa.
Pero este año, algo cambia.
Una joven misteriosa aparece en sus vidas. Se hace llamar Serenity. Es dulce, atenta, nueva... y extrañamente familiar. Nadie lo sabe, nadie puede saberlo, pero Aiden reconoce de inmediato lo imposible: Lyra ha vuelto. No del todo, no aún. La Creadora le ha dado una segunda oportunidad, una nueva vida bajo otra identidad, a cambio de cumplir una misión. Y aunque Serenity parece brillar con luz propia, solo Aiden puede ver a través del velo del destino.
Mientras los lazos entre el grupo se tensan, los secretos crecen y el pasado amenaza con arrastrarlos de nuevo, Aiden deberá elegir entre proteger el secreto... o protegerla a ella.
Hanna Elowen tenía una vida que se movía tan rápido como ella: tochito bandera, jugadas perfectas, adrenalina pura y un futuro brillante corriendo a su lado.
Hasta que una lesión- inesperada, cruel- la detuvo de golpe.
Ahora su mundo es más pequeño.
Una silla de ruedas, muletas, una gata emperatriz llamada Nieve, maratones de Harry Potter y la sensación constante de que todo lo que fue... quedó demasiado lejos.
Ella ya no corre.
Ya no compite.
A veces, ni siquiera se atreve a sentir.
Hasta que suena el teléfono.
Es su tío Steve: Head Coach de los New England Kings, fuerza de la naturaleza, experto en gritar, llorar y amar con la misma intensidad.
Y tiene una propuesta imposible: mudarse a Nueva Inglaterra para ser su asistente.
Hanna no está lista para estadios, ni para jugadores gigantes, ni para madrugadas a las cinco de la mañana.
Pero tampoco está lista para seguir rota.
Así que acepta.
Lo que no esperaba era él.
Noah Blackford.
Quarterback estrella.
Favorito de la prensa.
La sonrisa más peligrosa de la AFC.
Y una mirada tan suave que desarma cada una de las paredes que Hanna construyó alrededor de su dolor.
Noah la ve.
Incluso cuando ella misma no sabe cómo hacerlo.
La acompaña, la cuida sin invadir, la escucha cuando su voz tiembla y le recuerda -sin decirlo- que su vida no terminó en esa cancha.
Entre sesiones tácticas, sillas de ruedas que chocan con casilleros, jerseys mal doblados, caídas torpes, atajos emocionales y un quarterback que huele a lluvia y seguridad...
Hanna empieza a descubrir algo que había olvidado: Que aún tiene corazón.
Y late fuerte.
Pero enamorarse nunca fue parte del plan.
Y sanar tampoco.
Eso es lo hermoso -y lo aterrador- de un verdadero fumble: a veces perder la jugada te lleva directo a aquello que nunca supiste que necesitabas.
Con o sin casco.
Con o sin miedo.
Con una mano temblando sobre la rodillera y otra aferrada a un quarterback que la mira como si fuera magia.