Aerthalon no fue construida; despertó. Bajo mis pies siento su latido, un pulso antiguo que recorre la tierra y habla a través del Dra'khel, un artefacto sagrado de mi pueblo, los Drelkin. No es solo piedra: es memoria viva, cargada de secretos y promesas olvidadas.
Soy Tharven, último guardián de los Drelkin. En mis manos sostengo el Dra'khel, marcado con runas del Syllarion, un idioma que ya nadie recuerda pronunciar. A través de sus grietas palpita el filaris, el gran tapiz del mundo, que ahora se tensa y se deshila, amenazado por fuerzas que muchos se niegan a ver.
Recuerdo... cuando era joven, el cielo púrpura sobre Kharzul se quebró. De la tierra surgió el Ignis'Primar, el Primer Fuego. Su llama me mostró visiones, abrió caminos y despertó esperanzas. Pero los ancianos quisieron sellar aquel recuerdo, temiendo su fuerza. Dijeron que el fuego no importaba. Yo sé que mintieron.
Hoy, el mundo vuelve a temblar. El Imperio avanza, oscuro y frío, decidido a ahogar nuestra herencia. Sin embargo, el fuego no se ha apagado: un joven, marcado por la misma llama antigua, camina entre nosotros. Su destino no será solo suyo: decidirá si Aerthalon se pierde para siempre... o si renace en un amanecer nuevo.
Me arrodillo, exhausto, mientras el Dra'khel canta un lamento en la lengua olvidada de mis antepasados:
"El hilo del mundo tiembla, hijos de Aerthalon, y nosotros somos sus hebras."
Mi tiempo se consume. El fuego arde en el joven, sí... pero si su llama se extingue, Aerthalon no volverá a despertar.
Todo ya no vuelve a ser lo que un día fue.
Un amor grande... Un vínculo más fuerte...
Maia, una mujer que, con un bebé en brazos, deberá protegerse de las criaturas del océano, las cuales, la quieren ver desangrarse en la orilla por el simple hecho de que se casó con un humano.
Hades, un hombre de hierro, que al ser capturado, su imperio se derrumba, pero su reina se alza.
Maia incendiará todo por su hombre. Ella creará una guerra sobre y debajo del agua.
Porque si el océano quería cobrarselas todas... Primero tendría que enfrentarse con una madre, esposa, y una jodida perra furiosa por su hombre.
Prepárate para elegir bando... Porque nadie entra a la Tempestad y sale ileso.