En el siglo V d.C., cuando el Imperio Romano de Occidente se tambalea y las fronteras del mundo conocido empiezan a desmoronarse, un soldado romano deserta y se encuentra con algo que ni los dioses habían previsto: una visigoda.
Athelga es hija de un jefe tribal germánico, Theudoric Bisurmikis, rubia y de ojos verdes, que desde pequeña fue enseñada a luchar al lado de los hombres. Criada en un mundo donde la guerra es cotidiana, ella tiene una visión bastante peculiar del amor y la belleza. "Las mujeres de Roma tienen muchas joyas. ¿Por qué no las comparten?", es su forma de ver el mundo, pero en sus palabras, los romanos solo ven amenaza. Aunque le gusta pelear, también anhela sentirse bonita, y, con su forma brusca de hablar y rodeada siempre de guerreros, no ha tenido la oportunidad de experimentar el amor, salvo por un romano deshonesto al que encontró desertando en las tierras de Macedonia, a quien, tras marcar con una runa, ha llamado "su novio".
Él es Marcus Aelius, un soldado romano originario de la Ciudad Eterna, que deserta de la Legio VI Herculiana luego de meses de hambre y abandono tras la retirada de Atila. Con el fin de encontrar un futuro en un mundo que ya no existe, huye hacia Macedonia, pero lo que encuentra en el camino es mucho más inesperado: una visigoda que, de alguna manera, lo ha marcado como suyo sin que él lo sepa ni lo entienda.
Él, atrapado en un mundo que ya no reconoce, se siente perdido entre la gloria pasada de Roma y la ruina del presente. Athelga, por otro lado, no tiene ni idea de cómo funciona el amor romántico, pues para ella, un beso es un acto mucho más significativo que cualquier promesa de fidelidad. Mientras ambos vagan por un mundo que se desmorona, los dos se ven atrapados en una historia en la que uno intenta entender lo que significa ser amado y el otro lucha por encontrar un lugar en un futuro incierto.
"Jacaerys siempre habia tenido su adoración, su tesoro más preciado. Su hermana Aemma, aquella niña de ojos morados y cabello oscuro, la unica niña que Rhaenyra habia podido concebir.
Un año menor que Jacaerys, la princesa habia nacido en una noche de tormenta, donde los gritos y lamentos de Rhaenyra se mezclaban con los truenos del cielo.
-Es un regalo de los dioses mi princesa. - dijo una de las damas de compañia de Rhaenyra
-Aemma- dijo suavemente admirando el pequeño rostro de la bebe. -Tu nombre sera Aemma, como la difunta reina de los siete reinos, mi madre.
-Que los dioses la protejan- dijeron las damas al unisono.
-Y si no lo hacen, nosotros lo haremos- dijo Daemon dandole unas pequeñas palmadas a Laenor que miraba que ternura la criatura.
Una unica niña, la que tanto habia soñado Rhaenyra, su pequeña princesa. No importaba el color de su cabello o sus ojos, importaba que era suya y de nadie mas. "