Beelzebub solía creer que el amor era una elección, no un mandato del cuerpo.
Pero después de su ruptura con Lilith, una alfa dominante, brillante y en sus momentos buena, el mundo se le volvió gris. Meses encerrados en su departamento, evitando las feromonas ajenas, los espejos, las memoria, el espacio ahora frío, hasta que Lucifer, Azael y Samael, sus amigos más leales, lo arrastraron a "Érebos", un antro exclusivo donde la oscuridad y la música escondían secretos más profundos que el deseo.
Lo que debía ser una noche de desahogo se convirtió en una tragedia biológica: su cuerpo, frágil y resentido por el dolor, adelantó el celo sin aviso.
En medio del sudor y la confusión, entre los ojos codiciosos de alfas desconocidos, uno de ellos intentó aprovecharse de él.
Fue cuando lo conoció a él.
Hades.
Un alfa de alto rango, dueño del lugar, como de otros lugares en la ciudad. Lo sacó de ese infierno y quiso llevarlo a casa, pero el instinto fue más fuerte que la razón, terminaron en un hotel, atrapados por el deseo salvaje y la conexión imposible de ignorar.
Al despertar, no quedó más que silencio, pieles frías, con una marca que ardía más en el alma que en la nuca.