Eℓ coℓor de ℓos nomeoℓvides.

𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆🦉🐑⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ

A veces, lo que cambia una vida entera no es un grito, ni una herida, ni una revelación.
A veces, es solo una mirada fugaz.
Una puerta que se abre.
Un ramo de flores azules sobre una mesa cualquiera.

Rin Itoshi vivía rodeado de silencios.
Silencios entre palabra y palabra. Entre flor y flor.
La florería en la que trabajaba no era especialmente bonita, pero tenía lo que a él le bastaba: espacio para respirar, tiempo para no hablar, rutinas que no exigían sentimientos.
Le gustaba tener el control de cada tallo que recortaba, de cada color que combinaba.
Así era suficiente.

Del otro lado de la ciudad, alguien más también se despertaba temprano.
No por costumbre, sino por insomnio.
Hiori caminaba como si flotara, con los ojos medio cerrados y la mente llena de música que no compartía con nadie.
Parecía vivir en cámara lenta, como si no tuviera prisa por llegar a ningún lado.

No se conocían.
No tenían por qué hacerlo.

Pero el destino no siempre avisa con estruendo.

A veces, basta con que alguien entre a una florería con las manos vacías
y salga con un ramo de 𝘯𝘰𝘮𝘦𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴