A Vaelis, hermano mío:
No sé si alguna vez leerás esto. Tal vez lo encuentre el fuego. Tal vez se pierda entre los árboles, como todo lo que alguna vez intenté decirte en persona. Pero por si acaso, aquí lo dejo. Porque hay cosas que un Alfa no siempre puede gritar, pero que un hermano sí debe susurrar.
Vi cómo te perdías. No por debilidad, no por falta de fuerza... sino por amor mal dirigido. Por querer proteger a quien no sabía amar. Estabas cegado. Y no lo digo con rabia, lo digo con dolor. Porque yo también he sentido ese filo que no corta la carne, sino el alma.
Liora te miraba como solo se mira una promesa que aún no ha sucedido. Y tú no lo sabías. O no lo querías saber. Cada vez que ella se alejaba, yo veía en sus ojos el peso de la llamada carmesí. Esa maldita conexión que arde cuando no está completa. Vi su fiebre. Vi sus cólicos. La escuché hablar en sueños, sudando, temblando. Decía tu nombre como quien intenta sobrevivir. Tú no lo sabías, pero ella moría por ti... de una forma que ni los Aro podrían entender.
Yo guardé silencio. Porque pensé que ese era mi papel. Que interferir sería robarte tu camino. Me equivoqué.
Hay secretos que aún no te he contado, sobre la chica que te manipuló, sobre lo que realmente despertó en ti. Y hay verdades que solo Liora podría revelarte. Pero antes de que eso ocurra, quiero que sepas esto:
Nunca dejé de creer en ti.
Aunque te vi caer. Aunque te vi olvidar. Aunque me dolió más verte perdido que cualquier herida en mi cuerpo.
Eres mi hermano. Eres Alfa. Pero antes que eso, eres hombre. Y ahora que dijiste su nombre -ese bendito Liora que ella soñó tantas veces- quiero que no lo olvides nunca. Porque en su voz está tu redención. Y en su piel, el hogar que tú nunca supiste que buscabas.
Tu sombra, Tharion
Las hermanas Swan deciden mudarse a Forks con su padre, esto con la excusa de dejar que su madre pueda vivir una vida matrimonial tranquila y que pudiera sentirse cómoda con su nueva vida.
Sin saber que eso las arrastraria al peligroso e interesante mundo sobrenatural.