A Vaelis, hermano mío:
No sé si alguna vez leerás esto. Tal vez lo encuentre el fuego. Tal vez se pierda entre los árboles, como todo lo que alguna vez intenté decirte en persona. Pero por si acaso, aquí lo dejo. Porque hay cosas que un Alfa no siempre puede gritar, pero que un hermano sí debe susurrar.
Vi cómo te perdías. No por debilidad, no por falta de fuerza... sino por amor mal dirigido. Por querer proteger a quien no sabía amar. Estabas cegado. Y no lo digo con rabia, lo digo con dolor. Porque yo también he sentido ese filo que no corta la carne, sino el alma.
Liora te miraba como solo se mira una promesa que aún no ha sucedido. Y tú no lo sabías. O no lo querías saber. Cada vez que ella se alejaba, yo veía en sus ojos el peso de la llamada carmesí. Esa maldita conexión que arde cuando no está completa. Vi su fiebre. Vi sus cólicos. La escuché hablar en sueños, sudando, temblando. Decía tu nombre como quien intenta sobrevivir. Tú no lo sabías, pero ella moría por ti... de una forma que ni los Aro podrían entender.
Yo guardé silencio. Porque pensé que ese era mi papel. Que interferir sería robarte tu camino. Me equivoqué.
Hay secretos que aún no te he contado, sobre la chica que te manipuló, sobre lo que realmente despertó en ti. Y hay verdades que solo Liora podría revelarte. Pero antes de que eso ocurra, quiero que sepas esto:
Nunca dejé de creer en ti.
Aunque te vi caer. Aunque te vi olvidar. Aunque me dolió más verte perdido que cualquier herida en mi cuerpo.
Eres mi hermano. Eres Alfa. Pero antes que eso, eres hombre. Y ahora que dijiste su nombre -ese bendito Liora que ella soñó tantas veces- quiero que no lo olvides nunca. Porque en su voz está tu redención. Y en su piel, el hogar que tú nunca supiste que buscabas.
Tu sombra, Tharion
Dicen que el olor del humo nunca se olvida.
Que aunque pasen los años, aunque el aire sea limpio, el recuerdo sigue impregnado en la piel.
Nessa Lune lo sabía mejor que nadie.
Esa noche, el fuego no solo devoró las paredes de su casa. Se llevó a su padre, a sus tres hermanos y a su infancia.
Aunque su madre y ella escaparon, los cazadores no tardaron en encontrarlas.
Primero el fuego.
Después las balas.
La vida parecía empeñada en arrancarle todo.
Solo quedaban cenizas, cicatrices y Derek. El único que entendía su pérdida y el único que estuvo para ayudarla cuando todo se derrumbaba.
Juntos huyeron a Nueva York. Juntos aprendieron a sobrevivir.
A volver a amar en medio del luto.
A vivir con el peso del apellido Hale y el eco de un apellido propio que ahora sabía tan vacío: Lune.
Ahora, años después, el silencio volvió a tocar su puerta.
Laura Hale dejó de responder después de comentarles que algo extraño sucedía en ese pueblo. Ellos sabían que se dirigía hacia allá y a los pocos días, no respondía.
Así que regresaron.
A Beacon Hills.
A la tierra donde todo empezó.
Donde el fuego aún arde bajo la tierra y el odio por los Argent sale nuevamente a la luz.
Y donde los fantasmas no descansan tan fácilmente.
¿Qué hubiera pasado si Derek no llegaba solo a Beacon Hills, si llegara con su novia?