Con manos temblorosas, la cuidé como madre

-¿Qué está diciendo, señorita Potts? -preguntó Peter, sin poder disimular el temblor en su voz.

Sus ojos estaban clavados en la mujer frente a él. En sus brazos, Morgan se aferraba a su cuello como si presintiera lo que estaba a punto de suceder. Peter la miró, y luego volvió a mirar a Pepper, buscando una señal de que había entendido mal.

Pero no. Lo había escuchado bien.

-¿Estás sordo? -repitió Pepper, rodando los ojos con impaciencia-. Dije que ya no quiero a la niña.