El Salón Dorado resplandecía con la luz del sol filtrándose por las altas ventanas, iluminando las sedas púrpuras y doradas que colgaban del techo en preparación para la ceremonia. Había un murmullo constante entre los discípulos y los sirvientes, pero Jiang Cheng no prestaba atención. Estaba allí por su hermana, y eso bastaba para justificar su presencia en una casa que aún no le parecía del todo familiar.
-Jiang-gongzi -la voz suave de Jin Guangyao lo sacó de su ensimismamiento-. Me alegra que haya podido venir antes de tiempo. Espero que la residencia no le resulte demasiado... ostentosa.
El omega sonrió, impecable como siempre, con esa cortesía que parecía no flaquear nunca. Jiang Cheng solo asintió, breve.
-Mientras mi a-jie esté cómoda, no tengo nada que criticar -respondió, manteniendo su tono neutro.
Desde el otro extremo del pasillo, Lan Xichen observaba la escena. Había llegado hacía apenas una hora junto a su hermano jurado, Nie Mingjue, pero sus ojos no se habían apartado de Jiang Wanyin ni por un momento. Había crecido. Ya no era el adolescente de mirada desafiante que había conocido años atrás en el Receso de las Nubes. Había fuerza en él y transmitía presencia.
Y sin embargo, Xichen también percibía la mirada de A-Yao, fija en el mismo hombre. A-Yao era sutil, pero Lan Xichen lo conocía demasiado bien.
"¿Ya lo has notado también...?"
Eva es una niña fuera de lo común, en un pueblo fuera de lo común.
Con las desapariciones haciéndose cada vez más frecuentes, Eva tiene que lidiar con su compromiso arreglado con Theodore Uris, y las adversidades que se presentan en una preadolescente.
Porque mientras Eso atormenta a otros, Eva huye de algo que la atormenta más.
Porque en Derry, todos flotan.
-Esta es la primera historia.