A veces, la calma parece inquebrantable, como once lunas quietas en el mismo cielo.
Creemos tener el control, convencidas de que nada puede tocarnos.
Otras veces, todo se siente como un eclipse inevitable, tapando hasta la luz que nos sostiene.
Nos aferramos al dolor porque creemos que es lo único que nos pertenece.
El caos no existe sin la calma.
Y la calma... solo tiene sentido después del caos.
Astra y Jesica son asi.
Una, como once lunas brillando sin permiso.
La otra, como un eclipse que aparecía para oscurecerlo todo.
Y ninguna era lo que parecía.