Sipnosis.
¿Qué curiosa es la vida, no?
Después de años de silencio, de vidas separadas, de recuerdos que duelen más de lo que deberían...
Aquí estamos otra vez. Ella y yo.
Jamás imaginé que un pelotazo malintencionado -y un par de miradas mal escondidas- serían el inicio de todo.
Yo tenía once años. Ella, diez. Nos odiábamos. Nos fastidiábamos como si eso fuera lo único que sabíamos hacer.
Hasta que un beso torpe, casi accidental, nos cambió para siempre.
Porque, sin entenderlo, me enamoré de ella ese día. Y aunque la vida nos separó, aunque pasaron años sin hablarnos, sin buscarnos...
Hay cosas que no se rompen.
Hoy, volvemos a cruzarnos.
Ya no somos niños.
Ahora somos adolescentes, con heridas que no se ven, con dudas que duelen, con miedos que gritan en silencio.
Pero también con esa misma conexión que nunca desapareció.
Dicen que uno no elige de quién se enamora. Que simplemente pasa.
A mí me pasó con ella.
Y aunque fingí olvidarla, aunque traté de rehacerme...
La verdad es que ella siempre fue mi principio.
Y quizás... solo quizás... también pueda ser mi final feliz.
Una historia de amor que empieza con un golpe, se construye con juegos, y se reencuentra entre las grietas del tiempo.
Porque hay amores que no mueren. Solo se esconden... esperando el momento exacto para volver.
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En la compleja danza de las vidas entrelazadas, a menudo nos encontramos ante giros inesperados que desafían las certezas que creíamos inamovibles. Amar puede ser un acto de belleza y destrucción a la vez, una montaña rusa de emociones que nos arrastra por recodos insospechados.
En esta travesía emocional, aprendemos que el amor puede adoptar múltiples formas y matices, a veces curando y otras hiriendo profundamente. Existen tantas maneras de construir y destruir conexiones como estrellas en el cielo.
Sin embargo, entre las incertidumbres y los reajustes, persiste la misteriosa leyenda del hilo rojo. Se dice que une a dos almas predestinadas, resistiendo los desafíos del tiempo y la distancia, sin importar cuántos obstáculos parezcan interponerse en su camino.
Pero ¿qué ocurre cuando ese hilo parece tensarse hasta el límite, enredándose con otros hilos que la vida teje sin piedad? ¿Puede el hilo rojo resistir tal tensión y enredo, o está condenado a romperse? Y si llegara a quebrarse, ¿hay una oportunidad real de recomponerlo y curar las heridas del alma?