"¿Cómo sería si yo muriera?" Esta pregunta atormentaba la cabeza de Marina todos los días, pero ¿qué pasa cuando lo logras? A sus 17 años de edad, Marina ya estaba decidida. No se graduaría, ni se volvería a drogar. Ella quería algo más, ella quería morir. Y, para su sorpresa, cuando murió, empezó a conocer los pequeños placeres de la vida, esos pequeños pedazos de vida que, si los entiendes, te hacen sentir como si hubiera algo realmente por lo que vivir.