En el Rave High School, los pasillos están llenos de risas, rumores y dramas adolescentes. Pero tras las sonrisas perfectas hay secretos que nadie se atreve a contar.
Blair Gray lo sabe.
Su círculo cercano, sus cinco amigas, comparte más de lo que parece: la carga invisible de lo que cada una esconde.
Y es entonces cuando aparece el mensaje.
Un sobre anónimo.
Y así comienza el juego.
Una presencia invisible, inteligente, metódica, comienza a acosarlas con mensajes, pruebas, fotos, historias que solo ellas saben. Que juega con sus miedos y que está decidido a hacerlas caer, una por una, hasta que la verdad se revele.
Nadie está a salvo. Las advertencias, castigos y los secretos empiezan a salir, aunque ellas no quieran.
Incluso entre ellas, la confianza comienza a quebrarse. ¿Y si alguna es parte del juego? ¿Y si quien escribe las amenazas está más cerca de lo que creen?
Y por si fuera poco, hay una presencia nueva en sus vidas que lo complica todo aún más.
Gabriel Fauvel.
El nuevo profesor de francés. Joven, encantador, con un acento francés que derrite y unos ojos que parecen leer más allá de las palabras. Para Blair, su presencia es un imán peligroso: hay algo en él que le inquieta. ¿Por qué la observa así? ¿Por qué parece saber algo que no ha dicho? ¿Y por qué no puede dejar de pensar en él?
Es algo prohibido, algo que la distrae cuando necesita estar más alerta que nunca. Y también, quizá, alguien que podría ayudarla o destruirla.
A medida que el curso avanza, todo se enreda. Las amenazas se vuelven personales, las chicas se distancian, discuten, se culpan, se protegen, pero también se cuestionan.
El juego no tiene reglas claras. Solo un objetivo: destruirlas desde dentro.
Pero ellas no están dispuestas a caer sin luchar.
Porque las pecadoras de Hidlent no descansarán hasta saber quién anda tras los mensajes.