El aire olía a ceniza y raíces podridas. Las estrellas, cubiertas por un manto de nubes pesadas y estáticas, parecían observar con un juicio silencioso lo que estaba a punto de ocurrir. Aquella noche no era una más. No se trataba de un acto de guerra, ni siquiera de conquista. No. Era algo más antiguo. Más fundamental. Era una creación.
Y solo un ser como Lord Voldemort podría pretender algo así.
Lejos de los ojos del Ministerio, más allá del conocimiento incluso de sus más fieles mortífagos, se encontraba en el corazón oscuro del bosque de Albania. Allí, el terreno había sido profanado, sacrificado y rehecho a imagen de su voluntad. Un altar de piedra negra tallado con runas ancestrales y cinco pilares de obsidiana rodeaban el centro de un círculo de poder. La tierra misma parecía temblar en anticipación.
-Esta noche -susurró con su voz como un filo helado- el mundo cambiará.
No por amor. No por deseo de redención o paternidad. Sino por legado. Por eternidad. Voldemort no creaba una hija. Creaba un arma. Una heredera perfecta. Su heredera.
Nagini, su compañera serpiente, siseó suavemente mientras rodeaba el altar, inquieta ante la densa magia que se acumulaba. Voldemort depositó cinco frascos sobre la piedra. Cada uno contenía una esencia única, irrepetible, robada al tiempo y al alma de los seres más poderosos que habían existido.
La sangre de Tom Riddle, la esencia de Salazar Slytherin, un mechón robado de Gellert Grindelwald, un fragmento encantado del anillo de Morgana le Fay, y la runa maldita de Herpo el Loco.
Cinco piezas. Cinco legados. Cinco maldiciones... y bendiciones.
Uno por uno, los vertió sobre el altar, pronunciando encantamientos olvidados, antiguos como la propia magia. El aire se rasgó. La tierra gimió. El cielo palideció. Y sobre aquella piedra maldita, un cuerpo comenzó a formarse. No un bebé humano, no una criatura corriente, sino algo nuevo. Una niña forjada con oscuridad, sabiduría, ambición y
La Tierra ha tenido muchas civilizaciones distintas a lo largo de su historia. Todo debe llevar un perfecto orden para que estemos a salvo. Para ello se pactaron las Leyes Antiguas, un tratado que impiden el contacto entre distintos Panteones.
Pero... ¿y si alguien cambiase la visión de los reyes? ¿Y si dos personas, dos polos opuestos... chocasen?
La vida de Aura Wall cambia radicalmente al saber el secreto que sus padres le tenían guardado desde que nació. No es una humana normal. Pero no decide seguir el camino que le indican y su impulsividad le llevará a cometer el peor error de todos: enamorarse.
¿Será una decisión desastrosa? ¿O la más acertada? ¿Cómo podrá ella cambiar el alma de un hombre que lo ha perdido todo? Ya sabéis lo que dicen...
"Los opuestos se atraen"
{Esta es una obra enteramente mía, queda prohibida su adaptación y copia. Todos los personajes pertenecen a Marvel o al escritor Rick Riordan salvo los de mi propia invención. Todas las canciones y fotografías que aparezcan en ella son, por tanto, de otros autores y no poseo sus derechos.} π