En una ciudad donde las luces de neón ocultan más sombras que las que disipan, los crímenes se multiplican como un virus y la tecnología avanza más rápido que la moral. Entre los rascacielos y las azoteas, una figura solitaria vigila desde la oscuridad: Wisp, una joven mitad humana, mitad zorro -aunque su cola, larga y espesa, recuerda más a la de un lobo-.
Independiente, temperamental y demasiado lista para su propio bien, Wisp no confía en nadie, ni siquiera en el escuadrón al que pertenece oficialmente. Prefiere actuar sola, sin testigos, sin interferencias... y sin explicaciones.
Cuando una señal misteriosa interrumpe sus patrullas nocturnas, todos la descartan como ruido digital. Todos menos ella. Decidida a descubrir su origen, Wisp inicia una investigación que la llevará a la Zona K-Null, un lugar borrado de los mapas, donde un laboratorio oculto guarda un experimento que jamás debió existir.
Allí, entre cápsulas criogénicas y archivos prohibidos, Wisp descubrirá que el monstruo que debe detener... comparte su rostro.
Porque antes de ser la Wisp que es hoy, fue algo más. Algo incompleto.
Y en el corazón del laboratorio yace Nyx, la otra mitad que podría devolverle su verdadero poder... o destruirla por completo.
Perseguida por los mismos que alguna vez la entrenaron, acechada por verdades que no quiere escuchar, Wisp tendrá que elegir entre mantener su humanidad fragmentada o arriesgarse a ser completa.
En este juego de identidades rotas, la línea entre cazador y presa se desvanece, y la única certeza es que alguien tendrá que arder para que la otra sobreviva.
El cirujano congénito, Cong Rong, atravesó un portal hacia un continente extraño y salvaje, convirtiéndose en un... esclavo. Además, se encontró inesperadamente vinculado a un sistema de pago de deudas, con una deuda inicial tan alta que asustaba. Si no cumplía con las tareas, tendría que someterse a terapia eléctrica.
Este continente extraño era vasto y escaso en habitantes, con jabalíes más grandes que los elefantes africanos y gallos salvajes que eran tan peligrosos que podían matar a una persona. No había baños, ni campos de cultivo, las ropas eran de pieles de animales, y las casas eran cavernas. Los habitantes eran primitivos, rudos, no les gustaba bañarse, y todos estaban interesados en su trasero.
Cong Rong: ...¡No se acerquen!