Cuando Sofía vio abrirse el portón de la casa de al lado, no imaginó que su vida iba a cambiar.
Él se llama Enzo, llegó con su papá, un perro que no se queda quieto y una actitud que, desde el primer minuto, le cayó mal. Muy mal.
No tienen nada en común... salvo que ahora viven a un metro de distancia.
Entre miradas incómodas, discusiones absurdas y encuentros inevitables, el odio parece crecer.
Pero, a veces, las líneas entre detestar a alguien y no poder dejar de pensar en él se vuelven peligrosamente delgadas.
Y Sofía está a punto de descubrirlo.