Lunas y aulas

Lidia era de esas chicas que parecían tranquilas a primera vista, pero que escondían una energía imposible de atrapar. Su cabello caía en ondas suaves, a veces rebelde por el viento del bosque, y sus ojos brillaban con una mezcla de inocencia y picardía que confundía a cualquiera que intentara descifrarla.

Su piel, cálida y suave, parecía guardar el aroma dulce de las flores que tanto amaba. Cuando sonreía, lo hacía de verdad: con esa chispa que iluminaba hasta el rincón más oscuro.

Como conejita lunar, su pelaje era blanco como la nieve, con una mancha gris clara en una oreja, detalle que Jungkook decía que le ayudaba a reconocerla entre mil. En su forma humana, mantenía esa agilidad natural y un aura que atraía miradas sin que ella lo intentara.

Aunque dulce y amable, Lidia también tenía carácter: no dudaba en plantarle cara a Jungkook cuando él se ponía demasiado territorial... aunque en el fondo, le gustaba que la protegiera.