un amor corrompido por una maldición
Aira y Momo.
Dos nombres que, para cualquiera, podrían sonar dulces... pero para Okarun, son la campana que anuncia el peligro.
Aira, con su mirada eléctrica y esa sonrisa que nunca llega a ser del todo amable, vive en un constante estado de "todo o nada". No conoce puntos medios. Si Okarun ríe con alguien más, ella lo ve como una traición; si él sangra, ella quiere ser la única en curarlo... o en provocarle esa herida. Su amor se siente como una tormenta en un callejón sin salida: asfixiante, inevitable, y con un toque de locura que la hace capaz de seguirlo a cualquier parte sin que él lo note... hasta que es demasiado tarde.
Momo, en cambio, es silenciosa y calculadora. Su obsesión no es un incendio como el de Aira, sino un veneno que actúa lento. Siempre sabe dónde está Okarun, qué come, con quién habla... y, lo más inquietante, qué piensa. Para ella, el mundo entero es un estorbo que debe ser removido para que Okarun viva en una burbuja donde sólo exista ella. Es capaz de sonreír mientras sostiene un cuchillo... o mientras se mancha las manos con el "problema" que intentó interponerse entre ellos.
Ambas se odian. Ambas se aman... pero sólo a través de Okarun.
Y él, sin saberlo, es el tesoro que custodian como dos bestias hambrientas.
