En mi pueblo hay una leyenda.

Escribo esto para dejar pauta, no de mi investigación por encontrar este relato, sino de la manera en la que me llegó a mí. Si bien yo busqué por entender, no esperaba encontrar para sufrir. Creo que cualquier persona estará de acuerdo en que nada de esto lo hice con intención, que no sabía con lo que jugaba ni que había manera de que supiera que estaba jugando con fuerzas tres veces más pesadas que mi voluntad por escapar de este pueblito de cuarta.
Dios sabe que he tratado de revertir mis errores y que mi voluntad siempre ha sido la de un buen cristiano en busca de ayudar al prójimo, me ha escuchado confesarme, arrepentirme y suplicarle el perdón que sé que existe en su misericordioso corazón...pero no ha oído mis plegarias en lo absoluto. Se me otorgará el perdón, mas jamás el descanso. Jamás a sabiendas de lo que he hecho por descubrir la verdad. Y una vez que me sumergi para encontrarla, jamás volví a salir a la superficie, solo me hundí más sin posibilidad del retorno.
Este demonio me atormenta por las noches, me susurra mis terrores y me dicta mis pecados como si me preparase para mí sentencia final, ¿Cómo logra colarse en mí después de todo lo que he intentado? Maldigo el día en en que me metí en la boca del lobo, de prender esa vela y de ver el infierno en carne propia. Ahora entiendo lo que Gino debió sentir al encontrarse con la peor suerte que fué descubrirte. Eres el dolor en una persona, la encarnación de la muerte, el fin de cualquier esperanza en el ser humano (si eso es lo que eres) y el comienzo de una verdad: la maldad es una cualidad intrínseca en el ser humano. ¿Que salió mal contigo? ¿Que te hubiera hecho cambiar? A estás alturas me creo que solo naciste con el diablo en tu oreja. Nada que la gente puediera haber hecho te hubiera hecho cambiar lo que eres ahora.

Maldigo mil veces el nombre de Angeles Santiago, que su alma y cuerpo continúen pudriéndose a flor de piel en el infierno del que nació.