En un Seúl lleno de rutinas y sueños que parecen escapar entre los dedos, Haerin encuentra en Baek más que un simple compañero: un refugio, una risa torpe en medio del caos, y la certeza de que el amor verdadero puede crecer entre las cosas más cotidianas.
Juntos, atraviesan primeras veces que se vuelven memorias imborrables: una primera noche compartida, un cumpleaños lleno de ternura, una Navidad especial, los ascensos que celebran como si fueran victorias conjuntas. Cada instante marca un antes y un después, porque en su relación el amor no se mide en gestos grandilocuentes, sino en la manera en que se buscan incluso en el cansancio, en cómo hacen de lo sencillo algo inolvidable.
Con Leon, su inseparable compañero peludo, comparten un hogar, sueños y planes que parecen cada vez más reales. Su historia no es perfecta, pero es genuina, y eso la vuelve única: el paso de los días les enseña que el verdadero romance no está en lo idealizado, sino en la risa después de la torpeza, en la piel descubierta con respeto y cariño, en la promesa de no hacer del amor una costumbre, sino un ritual que se celebra.
Y cuando el futuro se abre ante ellos -entre risas grabadas en una cámara casera, una luna de miel y el deseo de formar una familia-, Haerin y Baek descubren que su historia apenas comienza, con la certeza de que el amor que construyeron siempre tendrá algo nuevo que ofrecer.