Evie Carter deja atrás la intensidad de Nueva York después de una ruptura que la deja sin rumbo. Recibe una llamada de Isla, su amiga de la infancia en Cornualles, quien la invita a pasar una temporada en su casa y ayudar con el diseño de una web para la cafetería local.
En su primer día en el pueblo, mientras busca un lugar para tomar café, tropieza con Noah Harrington, literalmente (se le cae encima su café mientras él cargaba madera). Noah, seco y poco amable, se convierte en una presencia recurrente porque la cafetería que Evie frecuenta está justo frente a su taller.
Evie comienza a mezclarse con los amigos de Isla, y poco a poco, también con los de Noah. Hay tensión y chispas en cada interacción. Noah la ve como "otra chica de ciudad que se irá pronto", mientras que Evie piensa que él es un hombre anclado a su mundo, reacio a confiar.
Un viaje improvisado con el grupo de amigos para un festival costero hace que ambos bajen la guardia. Entre paseos por la playa, reparaciones de barcos y conversaciones nocturnas bajo un cielo estrellado, se dan cuenta de que la atracción es mutua.
Pero Mason, amigo de Noah en Londres, llega al pueblo para proponerle a Evie un trabajo en la ciudad, poniendo en duda sus sentimientos y recordándole lo que dejó atrás.
En la recta final, un accidente en el mar involucra a Ethan, y Evie ayuda a Noah y sus amigos a salvar el barco, probando que su lugar podría estar allí. La confesión final, bajo un cielo cubierto de estrellas, sella su decisión: quedarse, al menos por ahora, y ver qué futuro pueden construir juntos.
Dicen que el amor no se impone.
Pero en el mundo de la magia ancestral, las promesas se sellan con sangre... y obediencia.
Aurora Blackwood fue criada para obedecer.
Tom Riddle, para dominar.
Él, heredero del legado más temido del mundo mágico.
Ella, destinada desde su nacimiento a convertirse en su esposa.
Un matrimonio pactado.
Dos desconocidos que comparten un apellido antes que una historia.
Y un vínculo que, sin quererlo, los arrastrará a lo más profundo de la oscuridad...
Y del amor.
Porque incluso entre las sombras, puede arder la llama de lo prohibido.