Un Verano Para Odiarte.

Yo solo quería un verano tranquilo en el pueblo de mis abuelos. Sol, playa, y nada de dramas.
Pero no.
En mi primera semana, rompí el celular del chico más molesto, sarcástico y arrogante que existe.

¿La consecuencia?
Hasta que no le pague, soy oficialmente su esclava de verano.
Sí, suena ridículo, pero él se lo toma muy en serio: desde cargarle cosas, soportar sus bromas tontas, hasta aguantar esa sonrisa irritante que parece disfrutar cada vez que me pongo roja de enojo.

Nunca fue tan fácil odiar a alguien.
Pero el verano es tan corto... como la palabra odiar.

Lo que no esperaba era que, entre tantas discusiones, risas y tardes de playa... este fuera el verano que no quería, pero que nunca voy a olvidar.