𝓓𝓸𝓷𝓭𝓮 𝓮𝓵 𝓭𝓮𝓼𝓽𝓲𝓷𝓸 𝓷𝓸𝓼 𝓭𝓮𝓳𝓸
John Constantine siempre tuvo un talento particular para atraer problemas. Era un imán para el desastre, un hombre que había hecho de la huida un estilo de vida: huir de demonios, de deudas, de maldiciones y responsabilidades. Pero el destino, con su cruel sentido del humor, lo obliga a hacerse cargo de lo único que siempre evitó: cuidar de alguien.
Lo que empezó como una "carga" se convierte poco a poco en un vínculo extraño, incómodo y dolorosamente humano.
En Raven y Rosalyn hay caos, peligro y oscuridad, sí... pero también la calidez de un lugar al que volver, la ilusión de un hogar. Algo que Constantine jamás buscó, y que ahora podría perder de la forma más cruel.
