Gaius Octavius lo supo antes de caer. No gritó. No tembló. Solo cerró los ojos mientras el mármol frío de Roma lo abrazaba por última vez. No por dolor... sino por traición. Su esposa, su aliada, su emblema de eternidad, había sellado su destino con una sonrisa dulce y una copa envenenada.
Pero los grandes hombres no mueren fácilmente.
Y a veces, los dioses no castigan... juegan.
Cuando abrió los ojos, no había columnas, ni estandartes imperiales, ni el rumor de los senadores.
Solo piedra antigua, fuego en el aire... y el rugido lejano de una criatura imposible.
No era Roma.
No era su cuerpo.
Y no era su época.
Ahora era Aegon Targaryen, un adolescente de cabello plateado, ojos violeta y un linaje de reyes... pero marcado por una diferencia imperdonable:
un omega entre una estirpe de alfas.
Los Targaryen, descendientes de dragones, eran todos poderosos, dominantes, invencibles. Cada uno de ellos era un Alfa forjado por el fuego de Valyria.
Todos... menos él.
La vergüenza de su casa.
El eslabón débil en una cadena de leyendas.
El blanco silencioso de expectativas que nunca podrá cumplir.
Hasta ahora.
Porque dentro de ese cuerpo mal visto, frágil y subestimado...
vive ahora el espíritu del hombre que fundó un imperio eterno.
Y si los dioses lo enviaron allí, en medio de dragones, castas y tronos...
No fue por compasión.
Fue para que volviera a reinar.
Y esta vez, no con coronas robadas ni pactos rotos.
Esta vez, Gaius Octavius gobernará desde las cenizas.
Como un Targaryen.
Pero Octavius nunca fue bueno obedeciendo destinos.
Y esta vez, con fuego en las venas y alas bajo los pies, no pensaba repetir errores.
Ni propios... ni ajenos.
Y lo más importante...¿Qué sucedió con el verdadero Aegon Targaryen?
Draco Malfoy estaba 𝘫𝘰𝘥𝘪𝘥𝘰 en términos generales.
Él no sabe el momento exacto en el cuál todo se fue a la mierda. Sólo recuerda que estaba con su Madre paseando por el Londres muggle -por favor, no le digan eso a su padre o lo matará, gracias- y de la nada apareció esa cosa con una apariencia grotesca con cuerpo delgado y alas de murciélago. Probablemente se hubiera comportado encantado como el fanboy que era de la Mitologia griega al ver a una criatura tan parecida a una furia si no fuera porque esa criatura lo estaba persiguiendo para matarlo, literalmente.
No entiende porqué ningún muggle no lo ayudaba -después de todo, nunca creyó en todos esos prejuicios sangre pura que su padre pasaba dia y noche intentando que aprendiera- ¡y en definitiva no estaba siendo nada discreto al pedir ayuda!. Al menos que se considere que gritar a todo pulmón como una niña y empujar de todo para que esa cosa no lo encuentre sea muy discreto, obviamente.
Volviendo al caso del porqué estaba jodido, pues... cuando intentaban escapar de esa cosa sin éxito, su madre le tiro un traslador, que tal parece estaba mal configurado, porque al final terminó cayendo desde 𝘮𝘶𝘺 alto. ¡Oh! Además puede que haya golpeado a una chica con una piedra antes de desmayarse rodeado de extraños en un campamento del cual no conoce nada ¡yeii!
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HOLAA! Sé que no debería hacer una historia cuando no tengo la otra ni a la mitad, pero ¿a quién le importa?
¡Espero que les guste esta historia!
Nos leemos,
M. S. C