Malachi Barton siempre había pensado que su vecina, Hailey Jade Cooper, tenía una forma curiosa de llenar los días de luz. No sabía si eran sus risas que atravesaban las ventanas, la manera en que saludaba a todo el mundo con naturalidad o simplemente esa energía que parecía rodearla. Lo cierto es que, desde hacía tiempo, Malachi la observaba en silencio, como si fuera un secreto que no quería confesarle a nadie.
Sin embargo, últimamente, había algo distinto en ella. Su sonrisa ya no brillaba como antes, y sus ojos, esos que solían reír incluso antes que sus labios, parecían esconder algo que él no alcanzaba a entender.
Y aunque nunca había tenido el valor suficiente para acercarse más de la cuenta, Malachi sabía una cosa con certeza: no podía apartar la vista de Hailey, incluso si ella nunca llegaba a notarlo.