Lucas tiene veintiún años y carga con cicatrices que no se ven: una amistad tóxica lo dejó hundido en el miedo, el silencio y la soledad. Su vida se reduce a estudiar medicina durante el día y trabajar en un supermercado por las noches, sin familia cerca, sin amigos, sin más compañía que sus recuerdos dolorosos.
Hasta que aparece Mía.
Ella es su opuesto: energética, espontánea, estudiante de veterinaria y dueña de un gato llamado Raúl. Desde el primer encuentro decide derribar, con paciencia y ternura, los muros que Lucas levantó alrededor de su corazón. Entre charlas en el trabajo, tardes de estudio compartidas y pequeños gestos cotidianos, Mía comienza a enseñarle que la vida puede ser más que sobrevivir: también puede ser reír, confiar, soñar.
Pero sanar no es fácil. Lucas deberá enfrentar pesadillas, ataques de ira y recuerdos que lo acechan. Y al mismo tiempo descubrirá que incluso los días más oscuros se iluminan cuando alguien te tiende la mano y se queda contigo.
Con el paso de los años, entre viajes, risas, reconciliaciones y una boda que cambiará todo, Lucas aprenderá que el amor verdadero no borra las cicatrices, pero sí les da un nuevo significado.
Alicia Castillo nunca pensó que acabaría en un campo de fútbol. Obligada a inscribirse en el equipo universitario para ganar créditos, se dará cuenta de que no es lo suyo, hasta que choca con Ego una de las estrellas del equipo masculino.
Deberá pedirle ayuda aunque vaya en contra de sus deseos.
Lo que comienza con una colaboración forzada se acabará convirtiendo en algo mucho más complicado, acabando envueltos en un misterio que no se resolvió.