Desde pequeño, crecí rodeado de mujeres que me repetían lo mismo: los hombres solo traen dolor Mi madre, mi abuela, mis tías, incluso mis amigas -todas me decían lo mismo. A veces era con preocupación, otras con resentimiento, pero siempre con una convicción profunda: los hombres eran peligrosos, impredecibles, y en el fondo, decepcionantes.
Aprendí a desconfiar de ellos. En la vida real, no confiaba en nadie, ni siquiera en mí mismo. Pero en los libros, todo era distinto. Allí, los personajes eran fuertes, valientes, incluso nobles. Me sentía como un niño dentro de un cuento, viendo a héroes luchar contra monstruos, salvar reinos, y encontrar amor donde no parecía haberlo.
Mi mayor sueño era sencillo: reencarnar en uno de mis mundos favoritos, escapar del gris para vivir entre páginas fantásticas. No era un deseo egoísta; era una necesidad. Una necesidad de salir de ese mundo opresivo, de dejar de ser el chico invisible en la esquina, de no tener que agachar la mirada cada vez que pasaban por la calle.
Pero no fue un deseo lo que lo provocó.
Fue una colisión
Los mundos se tocaron sin que nadie lo notara. Los dioses olvidaron sus tronos. Los humanos olvidaron su historia. Y en medio de todo eso, nació una nueva realidad, un lugar donde las reglas ya no eran las mismas.
Y él, un chico común, sin poderes, sin gloria, sin nombre, fue elegido.
No por casualidad.
No por azar.
Por necesidad.
Pero no era quien pensaba ser.
Él no era un héroe. No era un dios. No era un rey. Era algo diferente
Era una versión alternativa de alguien ya existente.
Una sombra de lo que podría haber sido.
Un error en la historia.
O quizás... una oportunidad.
Cuando abrió los ojos, no vio el Olimpo brillante que imaginaba.
Vio un barrio abandonado, una cama de cartón, un espejo que reflejaba una cara ajena.
Él no era quien pensaba ser.
Y el mundo en el que había sido trasladado ya no era el mismo.
¿Qué significaba eso?
¿Por qué él?
Luke castellan