Dicen que las cicatrices son recuerdos que la piel se niega a olvidar. Algunas se esconden, otras permanecen visibles, pero todas cargan una historia que, tarde o temprano, sale a la luz.
Leon, a sus veintisiete años, parece tenerlo todo bajo control: un profesor extranjero joven, brillante y reservado, cuya calma inspira respeto en sus alumnos. Sin embargo, tras esa fachada impecable guarda un secreto que nunca menciona, una vida paralela que lo persigue en silencio y que amenaza con quebrar el muro que ha construido a su alrededor.
Elizabeth, con veintidós años, estudia arquitectura y mira la vida con la pasión de quien todavía cree en los sueños y cuentos de hadas. Detrás de su sonrisa alegre esconde un hogar en ruinas, problemas familiares que la han obligado a aprender a fingir que todo está bien. Lo único que la sostiene es soñar con escapar, con que alguien, en algún momento, la rescate de una realidad que le pesa demasiado.
Pero cuando dos vidas marcadas por secretos y silencios se encuentran, surge la pregunta inevitable ¿será que entre cicatrices y muffins encontrarán la manera de salvarse mutuamente, o será mejor seguir fingiendo que no sienten nada para no arriesgarlo todo?
"tengo memorias, vestigios de las tierras ruinosas, fragmentos de aquellos heridos por la luz. recuerdo haber recorrido mucho, conocido a varios, matado a varios. cuando llegue a la puerta y la cruce, los ojos de lo que fue y se habría llamado mi hermano estaban allí, naranjas y horribles mirándome, luchamos, yo luche contra el, el lucho contra mi y si mismo, ella me ayudó contra el. Mis últimas memorias son de lanzarla lejos del templo, y cumplir mi misión, ese brillo entro en mi, y todos vivieron felices por siempre, creo"