Dónde brotan las voces

La ciudad duerme bajo un cielo que todavía guarda restos de luz. Desde mi ventana veo los tejados, las luces encendidas en casas que no conozco, y escucho un eco de voces que crecieron conmigo.
La libreta azul duerme sobre la mesa, abierta en una página en blanco. Tal vez mañana la llenaré de palabras nuevas, tal vez será otra libreta. Tal vez los chicos del taller sigan enviando sus textos, sus preguntas, sus risas. Y yo seguiré ahí, escuchando, acompañando, dejando que sus voces me enseñen tanto como yo les enseño a ellos.
La maceta en el balcón ha crecido un poco más. No sé si será albahaca, tomates o algo inesperado. Pero su brote verde me recuerda que la vida siempre encuentra un camino, incluso en las grietas que creí vacías.
No tengo todas las respuestas. No sé cómo será mañana, ni dónde me llevará la escritura, ni cómo se llenará el hueco que alguna vez dolió tanto. Pero siento que está bien: que cada palabra, cada semilla, cada gesto de cuidado, es una forma de continuar.
Y mientras cierro los ojos, escucho el murmullo del viento entre las paredes finas de mi casa. Susurra historias, promesas y secretos. Historias que aún no escribí. Historias que esperan ser sembradas.
El mundo sigue. Y yo también.