Después de la Batalla de Hogwarts, muchas familias influyentes que habían pertenecido a los mortífagos huyeron para evitar represalias. Entre ellas se encontraban los Malfoy.
Pero esta historia no se centra en ellos, sino en la familia Weasley.
Tras aquella devastadora batalla, los Weasley tomaron una decisión inesperada: mudarse al mundo muggle. George, destrozado por la pérdida de su gemelo, no quería saber nada relacionado con la magia; se había hundido en un silencio amargo que lo consumía día a día.
Molly y Arthur, viendo el dolor de su hijo y temiendo que el resto de la familia -incluidos Hermione y Harry, que aunque deseaban permanecer en el mundo mágico decidieron esperar- quedara atrapado en los recuerdos de la guerra, pensaron que lo mejor era alejarse de todo aquello que los atormentaba. Así encontraron un vecindario muggle tranquilo, lejos de miradas curiosas, donde nadie los conocía y podían intentar comenzar de nuevo.
Fue en ese lugar donde George conoció a Ivy Brown, una joven muggle un año menor que George, que vivía en la casa contigua. Tenía el cabello castaño claro, que brillaba con los rayos del sol, y unos ojos color miel que parecían leer entre líneas. Su sonrisa era cálida, viva, y contrastaba con la seriedad en la que George se había encerrado.
Ivy no sabía nada del mundo mágico ni de la guerra que acababa de terminar, pero su curiosidad innata y su forma sencilla de ver la vida pronto comenzaron a llamar la atención de George... y a devolverle, poco a poco, un rayo de luz en medio de la oscuridad.
©Algunos personajes son de J.K Rowling, los demás son de mi persona.
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