La delgada línea entre felicidad y Realidad

Despertó, con la estéril luz del techo golpeando su rostro, recostado en un cuarto con paredes tan blancas como la nieve. Todo era... borroso, Thomas giró la cabeza, observando demasiado adormilado para su propio bien la extraña máquina a su lado, mostrando en esa gran pantalla negra unas líneas en verde que soltaba pitidos de vez en cuando.

-¿Dónde...?

Su lengua se encontraba adormecida, era incómodo no... no sentirla como siempre. Su cabeza dolía demasiado, como si estuvieran presionandolo a dormir más.

Cuando su visión se despejó, finalmente pudo observar bien el lugar en el que estaba.

«¿Hos... pital?».

Thomas no sabía que pensar, simplemente se encontraba tan cansado que no deseaba despertar más. De manera inconsciente guió su mano hasta su cuello, anhelando sentir las placas ahí.

Pero no encontró nada.

Y eso apretó su pecho, lo hundió con dolor. ¿Dónde está? ¿Dónde...? ¿Dónde está?

Su oreja zumbaba, no comprendía por qué estaba ahí.

De repente, tan rápido que no logró evitarlo, una mano se apoyó en su hombro. El toque fue cálido, cargado de preocupación, estrujando con una delicadeza sorprendente su piel, intentando mantenerlo despierto.

Él no quería eso. Odiaba ese tacto, cualquiera que estuviera apretando su hombro necesitaba quitar su mano.

Le causaba náuseas, ¿por qué...? Thomas volteó con lentitud su cabeza, tratando de observar al hombre que estaba a su lado.

Pero no pudo ver rostro alguno, persona alguna. Thomas frunció el ceño, algo débil, confundido.

¿Entonces...?

Al momento de volver a ver su hombro, lo único que notó fue una mano cortada, sujeta a su ropa.

Casi gritó.

Casi.

Thomas cerró los ojos.

Y al abrirlos, sus amigos estaban frente a él.

(-__-)

ODIO HACER PRÓLOGOS, ESTE FUE LA PRIMERA VERSIÓN Y NO LO VOLVÍ A EDITAR.