Cicatrices Escarlatas

El invierno de Moscú parecía eterno. El 3 de diciembre de 1984 nació Natalia Alianovna Romanova, una niña de mirada intensa que desde el primer momento parecía observar el mundo con cautela. Cuatro años más tarde, el 1 de octubre de 1988, llegó su hermana menor, Roseanne Alianovna Romanova, con un llanto firme y decidido, como si ya desde su primer respiro desafiara al destino.

La infancia de las dos estuvo marcada por carencias y por la sombra de una Unión Soviética en sus últimos años. Natasha, la mayor, desarrolló rápidamente un carácter serio y protector, mientras que Roseanne mostraba una personalidad fuerte y una energía peculiar que nadie terminaba de comprender.

Sin embargo, su niñez sería breve. Pronto serían arrebatadas de los brazos de su familia y llevadas a un lugar del que casi ninguna niña salía intacta: la Sala Roja. Allí, entre muros de acero y secretos, el ballet reemplazaría los juegos, el adoctrinamiento borraría las risas, y el entrenamiento convertiría su inocencia en armas.

Nadie imaginaba entonces que esas dos hermanas, forjadas en el mismo fuego, terminarían enfrentando no solo a un mundo hostil, sino también al propio destino que intentaba separarlas.