Luis
Te escribo desde la herida que nunca cerró, desde la sombra de tu ausencia que me persigue incluso en los días más claros. A veces pienso que el cielo mismo llora contigo, que cada nube que estalla en lluvia es un reflejo de tu voz quebrándose en mi memoria.
Tú fuiste amor y condena, ternura y castigo. Me diste razones para sonreír, pero también cicatrices que no cicatrizan. Fuiste esa dualidad que me sostuvo y me rompió. Tu silencio me enseñó a gritar en silencio, y tu partida me obligó a aprender lo que significa la verdadera crueldad de la vida: amar lo que ya no existe.
Sin embargo, Luis, aun en tu muerte, encuentro misericordia. Porque aunque no estés, me dejaste la certeza de que alguna vez fui amado con la intensidad con la que las estrellas se consumen en su propio fuego. Esa llama me quema y me consuela a la vez. Es ironía pura: la misma memoria que me mata es la que me mantiene vivo.
Hoy, mientras las nubes lloran, yo me entrego a este recuerdo tuyo. No como un lamento, sino como un rezo. Porque amarte fue mi salvación y mi condena. Porque aunque el mundo se vista de crueldad, yo elijo recordarte con misericordia. Y porque, aunque duela, no cambiaría ni un segundo de lo que vivimos.
Con cariño,
Miguel.
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Primer libro de la trilogía de: En Busca del Heredero.
Amber siempre ha hecho lo correcto.
Ha entrenado su mente, su energía y su cuerpo.
Porque en Sirio, el error no se permite. El fracaso, menos.
Desde niña ha soñado por formar parte del Proyecto Vida.
No por ambición, sino para convertirse en el orgullo de la familia.
Para pertenecer a algo en lo que el ser humano entrega lo mejor de sí.
Amber quiere estar a la altura.
Pero a veces, incluso la luz más pura proyecta sombras.
Y cuanto más cerca estás del resplandor... más difícil es distinguir los contornos de la verdad.