Salvaste mi vida- Juan Pablo Isaza
37 parts Ongoing Dicen que de las tragedias más oscuras pueden nacer las historias más luminosas. Que incluso entre el ruido de las máquinas, los gritos de emergencia y la angustia de la pérdida, el corazón encuentra un modo de latir distinto, como si se aferrara a la vida con más fuerza. Así comenzó lo nuestro: en un hospital, entre batas blancas y pasillos fríos, donde la línea entre la vida y la muerte se dibujaba a cada segundo.
Ese accidente marcó un antes y un después. Siete hombres llegaron destrozados, con la música rota y un futuro suspendido. Yo, paramédica acostumbrada a convivir con el dolor, no imaginaba que aquella guardia interminable me uniría para siempre a uno de ellos: Juan Pablo Isaza. Lo conocía como artista, como voz en las canciones que tantas veces me acompañaron, pero nunca había pensado que terminaría conociendo su respiración marcada por un respirador, su fragilidad escondida detrás de cada nota de monitor cardíaco.
Quizá Shakespeare tenía razón al decir que el amor y la muerte caminan juntos, que la tragedia puede ser el telón que abre una pasión inesperada. Como en Romeo y Julieta, hubo un muro invisible entre nosotros: él, paciente; yo, encargada de cuidarlo. Pero en esa diferencia también estaba la chispa, la semilla de algo que no pude detener aunque intentara.
Con cada día que pasaba junto a su cama, la línea entre deber y sentimiento se volvía más difusa. Lo que comenzó siendo responsabilidad médica se transformó en otra cosa: en desvelo, en ternura, en miedo a perderlo, en esperanza de verlo despertar. Y aunque al inicio todo era incertidumbre, ya lo sabía: aquella tragedia no solo iba a cambiar su destino, también el mío.