La lluvia golpeaba con fuerza, cada gota era un recordatorio del dolor que recorría su cuerpo. Taehyung apenas podía mover los dedos, tirado en medio de la calle como un despojo, con la ropa pegada a la piel y la respiración entrecortada. Su mente estaba nublada, al borde de apagarse por completo.
Entonces, un estruendo lo sacudió todo. El rugido metálico de un auto chocando contra otro que claramente no fue casualidad, haciendo que uno de esos a saliera más grave porque chocó contra un poste retumbó en la oscuridad....él auto blanco se fue... El olor a gasolina quemada se esparció rápido, y en medio del humo, las luces intermitentes iluminaban la escena como un presagio.
Taehyung parpadeó con dificultad. Apenas lograba enfocar, pero alcanzó a ver el fuego que comenzaba a expandirse bajo el vehículo. Una sensación de urgencia se encendió en él, un impulso extraño que le dio fuerzas donde ya no las había.
Arrastró su cuerpo, temblando, cada movimiento era un suplicio. Con manos torpes, alcanzó la puerta del auto y tiró de ella con lo último que le quedaba. Un cuerpo inerte se desplomó contra él, y juntos cayeron al suelo mojado.
El estallido llegó segundos después. Una explosión iluminó la noche, y el eco sacudió las ventanas cercanas. La lluvia apagó las chispas alrededor, pero en los brazos de Taehyung el peso de aquel desconocido lo hundió más en la oscuridad.
Una última exhalación, un susurró apenas audible escapó de sus labios antes de que todo se volviera negro:
-Lo saqué...
Y el silencio de la tormenta lo envolvió en un profundo desmayo.
Dieciocho años después de haber sido expulsada por amar a quien no debía, Isabela regresa a la hacienda que alguna vez llamó hogar.
No busca venganza... sino respuestas, y tal vez una nueva oportunidad de empezar.
Allí la espera Graciela, la esposa de su hermanastro: una mujer marcada por el miedo, la pérdida y los silencios que Vicente dejó atrás.
Pero entre miradas contenidas, sonrisas robadas y heridas que el tiempo no logró borrar, Isabela se descubre dispuesta a ofrecerle a Graciela algo que ella ya no cree merecer: amor, ternura... y una felicidad que parece imposible.
Porque a veces, el destino te obliga a volver al lugar donde más dolió... solo para mostrarte que también puede ser donde finalmente aprendas a amar.