Antes de que las cámaras lo convirtieran en una figura magnética, Boun era un niño tímido. Creció en Bangkok con una personalidad profundamente introvertida: no le gustaba tomarse fotos, se sonrojaba cuando alguien lo miraba demasiado tiempo y prefería el silencio de los rincones antes que la atención del grupo. Su familia lo veía retraído, y nunca imaginaron que ese chico silencioso terminaría en los reflectores.
El tiempo, sin embargo, tenía otros planes. Al llegar a la Universidad de Bangkok, y pese a su carácter reservado, poco a poco empezó a abrirse a nuevas experiencias. Modelaje, clases, oportunidades pequeñas. Descubrió que, aunque le costaba al principio, había un extraño refugio en la actuación: detrás de un personaje, Boun podía ser todo lo que de niño se prohibió mostrar.
Prem, en cambio, nació con otra energía. Su infancia estuvo marcada por una disciplina inesperada. Como castigo, su madre lo mandó a clases de golf; ella pensó que así aprendería paciencia y rigor. Lo que nadie previó es que el golf terminaría por apasionarlo, al grado de convertirse en un joven promesa, incluso ganando medallas en torneos juveniles. Pero Prem no era solo deporte: había en él una inquietud artística que buscaba otras salidas.
Jonás no juega al fútbol para ganar... juega para ser el mejor.
Comparado incluso con Sae Itoshi, su talento es innegable. Su estilo solitario y despiadado lo hace temido y odiado. Prefiere un hat-trick en la derrota que una asistencia en la victoria. Para él, el fútbol no es trabajo en equipo, es guerra de egos.
Después de ser relegado al banquillo en la semifinal nacional y abandonar a su equipo con palabras tan frías como certeras, Jonás encuentra una carta:
"Bienvenido a Blue Lock."