La Academia Valmont no era un lugar cualquiera. Entre sus muros de mármol y ventanales altos, solo ingresaban los hijos de familias cuyo apellido ya estaba grabado en la historia, fortunas que parecían eternas y apellidos que pesaban más que cualquier mérito.
Joven, talentoso y con una maestría de programación que desbordaba innovación, Chris Harper parecía una pieza extraña en aquel tablero pulido por las apariencias. No era pobre, pero tampoco pertenecía al linaje de los salones privados ni a las cenas de gala interminables. Más bien, llevaba consigo un aire reservado, aunque nunca del todo inseguro.
Fue en esos pasillos dorados donde conoció a un hombre, Desmond Montage, profesor de matemáticas. Un hombre cuya reputación de ser frío, cortante e implacable precedía incluso a sus pasos. Su mirada helada y su lengua afilada parecían diseñadas para mantener a cualquiera a distancia... en especial a Chris.
Desde el primer día, Desmond lo detestó sin disimulo. O al menos, eso aparentaba. Chris, por su parte, no comprendía aquel rechazo tan inmediato. Lo que empezó como choques sutiles y miradas cargadas, pronto se transformó en una guerra silenciosa, un pulso entre palabras medidas y emociones que ninguno quería admitir.