Chiara tiene 18 años y toda su vida está resumida en un pequeño rincón del mapa: Vilabreda, un pueblo catalán de apenas trescientos habitantes donde todos se conocen y los días pasan más bien despacio. Al menos, así ha sido hasta ahora. En las calles de su pueblo, Chiara ha aprendido a amar la fotografía y a soñar con un poquito más, así que cuando le surge la oportunidad de ir a la capital para que su sueño siga creciendo, aunque sí se lo piensa dos veces, no la deja escapar.
Violeta tiene 20 años y las ideas muy claras. Granada le dio una infancia cálida y una familia a la que ama con locura, pero no demasiadas oportunidades en lo que a su pasión se refiere; la moda. Ella no dudó en mudarse a Madrid en cuanto pudo, y la capital, con sus calles llenas de estilo, se convirtió en su casa. Ahora desfila, posa, trabaja cuando puede y se permite, también, noches largas con sus amigos de las que ha aprendido a disfrutar.
Chiara y Violeta no se soportan, ni dentro ni fuera del campo. Son rivales eternas, estrellas de equipos enfrentados de toda la vida. No conciben ni mirarse a la cara, pero ser las mejores te lleva a la selección y ahí no tienen manera de esquivarse la una a la otra.
Un Mundial las une bajo una misma bandera y tendrán que aprender a soportarse.