Dicen que todos nacemos con un hilo rojo atado al dedo meñique.
Invisible, indestructible, eterno.
Un lazo que conecta a dos almas destinadas a encontrarse, sin importar la distancia, el tiempo o las circunstancias.
Para Shōyō Hinata, ese lazo siempre había sido un misterio. Él, tan inquieto y lleno de energía, apenas se detenía a pensar en cosas tan abstractas como el destino. Pero a veces, en los momentos más inesperados, sentía un tirón leve en su dedo, como si algo o alguien lo estuviera llamando.
Por otro lado, Kenma Kozume nunca creyó en esas historias. El destino le parecía una excusa para justificar encuentros al azar. Sin embargo, cada vez que su dedo meñique se tensaba sin motivo, no podía evitar mirar a su alrededor, preguntándose si realmente había alguien al otro extremo de aquel hilo invisible.
Dos mundos diferentes.
Dos corazones que laten en ritmos opuestos.
Un hilo rojo que los une en silencio, esperando el momento exacto para entrelazarlos.
El destino ya había comenzado a jugar su partida.