Pluma Y Sol

El mundo heroico es, ante todo, un escenario global. Y fue en uno de esos interminables foros internacionales de cooperación entre héroes, celebrado en una fría y impersonal sala de conferencias en Ginebra, donde dos soles chocaron.

Hawks, enviado como el rostro fresco y eficiente del heroísmo japonés, se movía entre la multitud con su sonrisa despreocupada y sus gafas de aviador. Bromeaba, firmaba autógrafos y parecía no tener un peso en el mundo. Pero sus ojos, afilados como los de un halcón, escudriñaban la sala, analizando cada detalle. Hasta que se posaron en ella.

Koy Natsumi, conocida en todo el mundo como Solaris, era todo lo contrario. No necesitaba moverse para llamar la atención. Estaba de pie cerca de la ventana, bañada por la luz de la tarde, con una presencia tan calmada y densa como el núcleo de un sol. Su cabello rojo flameaba sutilmente contra la luz, y su postura era de una tranquilidad imponente. No sonreía, pero tampoco fruncía el ceño. Simplemente observaba, y en sus ojos dorados parecía arder la paciencia de los siglos.

Hawks, acostumbrado a ser el más rápido y el que tenía siempre la última palabra, se sintió por primera vez... estático. Su don le permitía sentir las corrientes de aire, los susurros más lejanos, pero la energía que emanaba de Koy era diferente. No era un viento, era una gravedad.

- ¿Interesado en el sol, Hawks? - la voz de Endeavor a su lado lo sacó de su ensimismamiento.

Hawks se rió, ajustando sus gafas. - Solo calculo cuántas plumas me achicharraría si me acerco demasiado.

Pero ya era tarde. La curiosidad, su mayor fortaleza y su peor defecto, lo había picado.