Prólogo: El Sello de la Desesperación (Hace diez años)
El aire en el santuario de bambú no era sagrado; era ceniza y angustia. Kasuto Kimotsuya, un samurái leal al Rey Elfo y padre de Kenzo, sostenía una linterna temblorosa que apenas iluminaba los símbolos grabados en el pecho desnudo de su hijo de diez años. Kenzo gemía, no de dolor físico, sino por la frialdad que invadía su alma.
El Shinigami-no-Seirei, el Yōkai de la Muerte, había estado a punto de romper las defensas del Bastión. La única forma de detenerlo era un Sello de Sacrificio de Vida.
"Perdóname, hijo," susurró Kasuto, lágrimas cayendo sobre el pergamino en sus manos. "He elegido el destino del reino por encima de tu inocencia. Lo llevarás dentro de ti. Su fuego será tu infierno."
Con un grito desgarrador, Kasuto clavó un cristal de jade roto en su propio corazón. Su fuerza vital se drenó instantáneamente y una sombra helada, como un vacío cosmológico, se precipitó hacia el pecho de Kenzo. El niño gritó una sola vez, y luego se hizo el silencio. La linterna se apagó.
Cuando Kenzo abrió los ojos, no había nada. Solo un vacío helado y el silencio de dos cuerpos sin vida en el suelo. Él lo había hecho. Su mente de niño construyó la única verdad posible: Yo los maté. La oscuridad en mí mató a mis padres. Huyó, dejando atrás su nombre, su honor y la verdad.
La vida puede ser difícil, eso lo sabemos todos, pero especialmente los hermanos Riddle, aunque ambos estaban seguros de algo y es que siempre se tendrían el uno al otro, pase lo que pase o eso esperaban...