Elise ha tocado fondo.
Entre cigarrillos apagados, botellas vacías y recuerdos que sangran, intenta sobrevivir a la ausencia de Aurora... o a su fantasma.
La línea entre lo real y lo que duele se vuelve cada vez más delgada, y el silencio que antes le daba refugio ahora la devora.
En este último acto, Elise se enfrenta a su propia mente -al amor que no murió, a la culpa que no se apaga, y a la vida que insiste en seguir, incluso cuando ya no queda nada por sentir.
"A veces, la oscuridad no llega de golpe... simplemente nunca se va."