Marcada

Siempre supe lo que era. No era un fantasma, no era un demonio, tampoco una parálisis del sueño. Mi mente despertaba, pero mi cuerpo seguía anclado en esa prisión oscura entre el sueño y la vigilia. Lo había vivido desde que era niña: la incapacidad de mover un dedo, el zumbido en los oídos, la presión en el pecho... Sabía que no era real. Repetía eso como un mantra, noche tras noche.

Pero aquella noche fue diferente.