Dos Estrellas Destinadas A Extrañarse

El destino siempre grita que las parejas destinadas llegan en algún momento de la vida, quieras o no, que todo está escrito y que no hay margen de elección. Pero para mí, eso siempre fue mentira. Prefería amar eligiendo, conociendo, estando por voluntad propia, antes que dejar que el mundo me lanzara alguien al azar. Y entonces llegaste tú. No eras mi omega destinado según ninguna regla, pero desde la primera vez que te vi supe que lo eras de una forma que no podía ignorar. Esos ojos azules que a veces destellaban con rojo, ese aroma imposible de describir, dulce y amargo a la vez como chocolate blanco y café... me atraparon, me atravesaron, me hicieron sentir que había encontrado algo que no sabía que estaba buscando.

Supe que eras perfecto.

El destino grita otra vez, insistente y cruel, que las parejas destinadas siempre aparecen, que todo tiene un lugar en el mundo. Pero amar no es tan simple cuando todos te llaman egoísta, cuando piensan que ignoras a los demás por capricho, cuando nadie entiende que desviar la mirada es un intento desesperado de proteger, de no lastimar. Hasta que llegaste tú, y de algún modo lo cambiaste todo. No eras mi alfa destinado, pero te sentí como mío: tu cabello dorado, tus ojos azules tras el antifaz, tu aroma de cuero y pino que me quemaba y me calmaba al mismo tiempo. Cada gesto tuyo, cada respiración cercana, era un recordatorio de que quería estar contigo, sin concesiones, sin miedo.

No éramos parejas destinadas, no según el mundo, no según las reglas que nos habían vendido. Pero nos quedamos uno al lado del otro, sosteniéndonos en besos, caricias y noches bajo la luz de la luna, luchando por lo que sentíamos aunque supiéramos que sería doloroso. Hasta que el destino gritó más fuerte, implacable, y trató de arrancarnos el uno del otro. Pero no queríamos soltar. No podíamos.