Nosotros Y las Constelaciones

«Sabes qué tienen en común los humanos y las constelaciones?»

-¿Qué tienen en común? -pregunté casi en un susurro. Tenía la voz quebrada; llevaba semanas encerrada en nuestra habitación, llorando como si mi vida se acabara allí.

Khay me miró unos segundos en silencio, luego volvió sus ojos a los astros.

-Que ninguna existe sola -respondió finalmente. Su voz, igual que la mía, era baja. Estaba rota. Sabía que, al igual que yo, él estaba sufriendo por todo. Pero ocultaba muy bien esa parte solitaria suya. Quizás porque alguien tenía que ser fuerte por los dos-. Las constelaciones cobran sentido cuando alguien las une -continuó-. Los humanos también. Sin las líneas invisibles que nos conectan somos luces perdidas.

Me quedé observándolo en silencio. Minutos después, posé mis ojos en el cielo. Este, al igual que yo, parecía estar atento a las palabras del castaño.

Khay también continuó mirando hacia arriba, como si buscara su reflejo en las estrellas.

-Supongo que eso fuisteis tú y él -añadió-. Dos puntos que alguien unió... por error o por destino. Pero que, al final, quedaron separados. Cada uno brillando por su propia cuenta.

Me dolía la garganta. Sentía un nudo y tenía ganas de gritarle al mundo lo cruel que era por jugar así con nosotros.

Quizás Khay tenía razón. El pelinegro y yo éramos como constelaciones. Khaly también me lo había dicho una vez: éramos dos puntos unidos por alguna razón del universo, pero que el universo jugaría sus cartas y estaremos en extremos diferentes del cielo. Brillando, pero no juntos.

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