Agua Regia

-Fina -comenzó Marta, girándose para mirarla de frente. Tomó la mano de Fina entre las suyas, entrelazando sus dedos-. Te escucho. Y te prometo que no dejaré que esto me consuma. No dejaré que me aleje de ti. Tú siempre eres lo primero. Siempre.
Los labios de Fina se curvaron en una sonrisa pequeña, casi burlona. -¿Lo prometes?
-Lo prometo -dijo Marta, y en ese momento, lo creyó con todo su corazón.
Fina se inclinó, depositando un suave beso en la frente de Marta. Se acomodaron de nuevo en el sofá, con las manos aún entrelazadas, y por el resto de la noche, todo pareció perfecto.
Pero mientras Marta repasaba esa promesa en su mente más tarde, sintió que una leve inquietud echaba raíces en su pecho.
Porque las promesas eran tan fuertes como las decisiones que las respaldaban. Y en retrospectiva, Marta se daría cuenta de que ese fue el momento en que sus primeras grietas comenzaron a mostrarse; el momento en que, sin saberlo, se puso en un camino que la llevaría a romper el corazón de la mujer que más amaba.
O
El AU moderno y angustioso de cómo las cosas podrían descontrolarse si Marta dejara que la ambición y el trabajo la consumieran y luego un día se diera cuenta de que su matrimonio se desmorona frente a sus ojos.